Lo que pasa cuando Carlota Sayos e Inma Olmos mezclan diversidad, autoconocimiento, miedos, deseos y amor, mucho amor, tiene un nombre: Muñecas. Y como la vida, cíclica, esta segunda temporada cierra en lo más alto, dejándonos a las puertas de un nuevo comienzo para nuestras protagonistas.
Muñecas dice adiós a esta segunda temporada y lo hace a lo grande. Deja atrás una estela de sentimientos repartidos en terapias de grupo. Seis capítulos capitaneados por los monólogos de Makiel en su programa de radio que daban paso a las vísceras más sinceras y recónditas de Eva, Sandra, Carla y Laura.[/vc_column_text][vc_column_text]Infidelidades, dudas, identidades, orientaciones, amores incomprendidos, pasiones, llantos, risas, energía, vida; entre cuatro paredes. La magia del cine, lo llaman, cuando una idea llega al papel y ésta se levanta desde los cimientos para estar viva. Ya lo hicieron hace dos años con la primera temporada y lo han vuelto a hacer. Entre colores apagados, sin grandes movimientos de cámara, dándole al guión la importancia que requiere en las buenas historias, han tejido una muñeca de trapo hilo a hilo, puntada a puntada, para contarnos lo que todos alguna vez nos hemos preguntado. Han desnudado los personajes hasta convertirlos en espejos; quién no se ha visto alguna vez en la piel de esas mujeres.
Desde luego, si algo hay que agradecer al equipo es la quitada de venda que nos brindan con cada frase. Los prejuicios no han tenido cabida, y, si los hubieron, se limaron hasta desaparecer en las terapias en las que tan partícipes nos han hecho. Prostitución, poliamor, lesbianismo, bisexualidad, pansexualidad y etapas sin cerrar, todo tan humano, tan frágil, tan de verdad.
El último capítulo, más que el punto y final, ha sido un punto de inflexión. Cada una de las tramas se han desenlazado en una terapia sin retorno. Durante la temporada, todos los miedos que se cultivaban y los deseos que se recogían, daban paso a este final tan majestuoso como la vida. Un y ahora qué; vértigo. Carlota e Inma no nos han dejado la miel en los labios, sino que nos han hecho probarla para comprobar que era aún más dulce de lo que pensábamos.
Sin desvelar nada, personalmente, prefiero un hasta luego. Citando a Sandra: “Pide y se te dará”.